febrero 06, 2008

Anecd(n)otitas

Hoy -bueno, más bien ayer- me encontraba por los pasillos de la biblioteca buscando alguna edición no tan pinche enorme pero no tan pinche pinche de El libro de buen amor cuando sonó el tú-tú-tú-tutu-tú tonadita iusacell de mi celular. Era mi mamá. Contesté con un casi inaudible estoy en la biblioteca qué pasó... y me contó lo que a continuación transcribo.

[Bueno, primero que nada y aunque tal vez no lo crean, yo solía practicar tae-kwon-do. Estuve como un año y soy cinta verde. Cuando comencé a ir coincidió con que un par de señoras en sus cuarentas, cuyos hijos entrenaban también, decidieron experimentar por sí mismas el arte marcial koreano en lugar de aburrirse viendo la clase mientras esperaban a sus vástagos.

El grupo era un tanto desequilibrado: los hijos y otros adolescentes de entre 14 y 16 años eran todos cintas negras y nosotras, junto con unos cuantos más, cintas blancas, por lo que había que dividir el espacio tras el calentamiento según los niveles pero-esto-no-es-importante-y-ya-me-estoy-desviando. El caso es que en la clase anterior a la nuestra iba una niña como de 13 años cinta marrón y su mamá, una señora fresísima y bien buena onda, solía llegar por ella cuando nosotros ya estábamos calentando. La mamá se llamaba Nay.

Nay, después de dos o tres idas a buscar, se dio cuenta de que en el grupo estaban estas señoras y un buen día anunció "voy a venir yo también". Y sí, comenzó a ir, a pesar de la pena que en su hija puberta esto causaba. Y quién lo diría, las señoras eran las más entregadas. Como que eso comenzó a rejuvencerlas y sí que peleaban, Nay en especial. Bueno, al menos a mí me sacó el aire una vez, con el peto puesto.

Entre todas trabamos una amistad taekwondoina bastante amena... en una ocasión incluso fuimos a comer pizzas ya no sé ni por qué razón las cuatro señoras (se unió una más al clan), sus hijos y yo.

Pero bueno... llegó el momento en que dejé el tae-kwon-do, un poco antes de entrar a la universidad. Y la verdad no volví a pensar mucho en el asunto. Hasta hoy].


- ¿Recuerdas a una señora bonita que iba a entrenar contigo?
- Mmmm, sí. ¿Qué tiene?
- Bueno, pues vine a dejar a tu hermano a su clase y ¿quién crees que la da? ¡Ella!
- ¿Nay?
- Sí, ¡ya es cinta negra!
- ¿A poco? ¿De verdad? ¡Qué padre! Sí... ya pasaron más de dos años...
- Sí, bueno, en realidad ayuda al profesor pero aún así... ahí sigue.


Y no sé, esta pequeña noticia me alegró la tarde. Nay habrá tenido unos 37 años cuando comenzó a entrenar, edad en la que algunas personas sienten que ya están dando el viejazo o algo así... qué tonterías. Me dio gusto, mucho gusto y me pregunté ¿qué estaré yo haciendo a mis treinta-y-tantos-casi-cuarenta? Nunca hay que dejar de reinventarse.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

jajaja yo me llevo con la señora Nay.
es amiga de mi mamá
y tmb me llevo con su hija... mariana
y si, desde hace rato que le hace a eso y hasta ya ha sido juez en los eventos que hacen del gobierno con fomento al deporte y bla bla..
jaj que pequeño es coatza (efectivamente)

saludos!

-nat!

1:33 p.m.  

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