noviembre 16, 2006

Definitivamente soy una mejor persona ahora.



Uno renueva su ser cuando le entierran
un pedazo de metal en el trasero.


Así es. Y lo mejor de todo, es que después de exasperar a la enfermera hasta el punto en que tuvo que sonreír forzadamente como diciendo "pobre tarada" con la mirada, casi ni lo sentí. Fue innecesario todo el numerito de poner cara de OO [<--- ojos que inspiran ternura, como de caniche maltratado]; de bajarme el pantalón como si me fuese la vida en ello y, definitivamente, el premio al melodrama se lo llevó mi acción de morder la chamarra como si estuviesen a punto de amputarme una pierna o de sacarme una bala en carne viva [para inspirarme pensé en Cate Blanchett en Babel].


Total, que cuando mademoiselle l'infirmière dijo "un piquetito" e introdujo el cuerpo extraño en el tejido blando.... entendí el por qué de su anterior casi-con-éxito-disimulada irritación. Lo único que sí me dolió, pero menos que cuando te das un golpe en la espinilla, fue el contacto de su firme y resoluto dedo al hacer presión con el algodón sobre la pequeñísima herida.


Después de esto, puedo contra lo que sea.


[ roomie: ¿Qué onda, cómo te fue?
yo: Súper bien, gracias, ni me dolió
cuando me la metieron.
sin comentarios ]
Y, por supuesto, R estuvo ahí para apoyarme
psicológica y moralmente