septiembre 30, 2007

Segunda entrega


Rosario Castellanos: Poesía no eres tú


Escribir para reafirmar la propia existencia, para proyectar la propia sombra, para agregar peso a la balanza. Ser poeta para recordar el propio nombre.

Rosario Castellanos nació en la Ciudad de México el 5 de mayo de 1925, pero creció en Comitán, Chiapas, región del mundo de la que se convertiría en principal narradora y de la que sería bautizada como embajadora por el escritor portugués y premio Nobel José Saramago.

Rosario, pionera del feminismo latinoamericano, salpicó su poesía de respuestas a sus propias interrogantes -¿De qué? ¿De quién? ¿De dónde?; ¿Cómo creció esta fiebre de hormigas en mis pulsos?- y escribió su primer libro de poemas en una semana.

Escritora de poema largo, poseedor del gran aliento que ella nunca tuvo, cultivó también la novela, el cuento, el ensayo y el teatro. Habló sobre feminismo cuando era un tema aún (más) incómodo y supo narrar la realidad de la población indígena del extremo sur mexicano que la vio crecer.

Rosario Castellanos llevó una vida de letras de la A a la Z: licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México, realizó estudios de Estética en Madrid y fue catedrática en la Universidad Motolinia (Chiapas), la Universidad Iberoamericana, en las universidades estadounidenses de Indiana y Wisconsin y en la misma UNAM.

Alabada por personajes como Carlos Fuentes y el Subcomandante Marcos, tachada de egoísta por otros, remadre de ella misma, lámpara encendida y desperdiciada lámpara de día, esta mujer cuyo nombre está consagradísimo en México fue portavoz de todos aquellos que eran excluidos. Porque descubrió que la palabra tiene una virtud: si es exacta es letal como un guante envenenado. “Pasión y sentimiento” fue lo que dijo Octavio Paz sobre su poesía. Rosario presumió de tigre, sonrió, se puso corazas transparentes, bebió café y jamás abrevió su nombre, el cuál era la razón por la que leía los periódicos: para verlo escrito en ellos.

Antagonista de sí misma, contradictoria, murió prematuramente mientras ejercía de embajadora de México en Tel Aviv, el 7 de agosto de 1974. Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara, le escribió Jaime Sabines en un recado póstumo. ¡Cómo te quiero, Chayo (…) cómo duele!

En 1972, la autora reunió toda su obra poética en un solo volumen: Poesía no eres tú. Porque si la poesía de Rosario Castellanos ha de llevar un pronombre, es el suyo: Poesía era ella.






Nostalgia

Ahora estoy de regreso.
Llevé lo que la ola, para romperse, lleva
-sal, espuma y estruendo-,
y toqué con mis manos una criatura viva;
el silencio.
Heme aquí suspirando
como el que ama y se acuerda y está lejos.


Comentario al escultor
El que se lamentaba
de hacer su propia estatua con arcilla,
que pruebe las materias que nosotros usamos.
Nosotros, es decir, los marginales:
memoria, ensueños, humo, sueño, esperanza. Nada.


3 Comments:

Blogger Endorfina said...

Yo quiero que Jaime Sabines reviva y me deje un recado póstumo aunque no me haya muerto. Sí, eso quiero.

3:06 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

¿Por qué será que en los colegios, al menos en los de Argentina, nos enseñaron los poetas de otros siglos y no los contemporáneos? ¿Cómo no íbamos a crecer pensando que la poesía era cosa del pasado?

3:13 p.m.  
Blogger El vikingo said...

Saludos... entré a buscarte y me quedé por tu redacción, chale, me encanta como escribes... por cierto, te dediqué una humilde y boba entrada en mi blog :D

3:53 a.m.  

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