octubre 30, 2007

Tu cabeza apoyada en mi hombro no es más que eso: una cabeza, que es tuya, apoyada en un hombro, que por azares genéticos y de destinos, viene a ser mío. Allí, reclinada, como si esa curva de mi cuerpo hubiese estado siempre reservada a tal función. Una cabeza y un hombro, todo hombro necesita su cabeza. El cabello te cae a chorros discretos por la sienes, mis ojos se pierden en cada una de las esquinas del cuarto. Dos cabezas que no piensan, que no son ni mejores ni peores que una sola. Y entra en juego una mano (una solamente) cuyos índice y medio son lo suficientemente ladinos para enredarse despacio entre los mechones bermejos.
Y música, siempre hay música. Cuando una cabeza se apoya en un hombro incluso el silencio es canción. Y es entonces cuando ninguno de los libros del estante necesita un sentido. Y los segundos se estiran hasta colisionar suavemente unos contra otros, como fichas de dominó que caen una sobre otra infinitamente. Finitamente. El anular y el meñique resbalan por tu cuello. Con los ojos cerrados, la ubicación de tus lunares sé de memoria. Dominó, esquinas del cuarto, mechones, pelo rufo, curva, segundos, canción. La dulzura de las tardes.

4 Comments:

Blogger Luis Alvaz said...

Alcánzame un pañuelo... - sólo tengo un hombro dispuesto.

10:14 p.m.  
Blogger X said...

:(

11:36 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

Qué lindo texto. Disculpe la ignorancia pero de quién es la autoría. Si es suyo la felicito, y si no, la felicito también por hacer el lindo favor de que otros lo conozcan.

1:13 p.m.  
Blogger Paiki said...

Los hombros son complicadas pero cálidas almohadillas que reposan pensamientos guardados.

4:21 p.m.  

Publicar un comentario

<< Home